martes, enero 29, 2013

El niño soldado


Un tejido de lana gruesa que ha caído en agua,
pesado, blando, imposible de soportar su forma;
así se imagina, el niño.

Rodeado de hierba olorosa y yuyos;
lloran como las viudas;
en el cuello y en su expresión dolorida;

bajo el mullido verde, a saber, ‘su cama’;
refunfuñan vapores,
atizan la selva y su cuerpo mordido
por metal por hormigas por chinches;

el niño como el tejido de lana mojado
adormece cómodo allí;
solitario por primera vez;

intenta imaginar honores, llantos,
discursos embozados de emoción.

Empaparse de sudor lo avergüenza:
Jamás sometió su fe a un clima tan denso.

Y no abrirá sus ojos otra vez por pánico;
se ha visto desenredarse por la herida,
sus fibras, sus nervios, su fe
bajo agua salada;

susurra tibio en sus labios un bálsamo;
no declinara su identidad al olvido;
teje deprisa ante el sudor y la muerte:


“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”

“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”

“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”

“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”

 “¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!”



No hay comentarios:

Publicar un comentario