martes, julio 17, 2012

Visitación

de blanco relámpago abatí por todas ellas,
ni una vista consiguió elevarse a mi paso;
 
fui médico que no sana, fui frío
en tus ambientes lunares;

sople la frazada que era tu techo,

de metralla en porcelana fui hambre,
arena y cal primogénita;

por cada cucha
me bautizaron progreso;

de blanco relámpago las visité en cadena
dominó,
romper como olas salificadas;

en alta resolución caras abajo
hasta el confín: 

casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita, rancho, palacio,
casa, casita...

domingo, julio 15, 2012

La delgada luz


I_

en América existe un cuarto
cuyo interior es tan denso
y oscuro

que obliga al peregrino a andar
a gatas; los mas recios no han
dado ni seis pasos de pie

y a gatas, dicen que solo unos pocos
encontraron lo que buscaban

y poco se sabe de
cuantos salieron

II_

para llegar al cuarto, antes hay
que cruzar un extenso pasillo

oscuro como una noche
sin luna ni astros

-que poco tiene que ver con
la oscuridad del cuarto-

si se camina doce horas
y se reposa doce horas,

recorrer el pasillo toma
un mes,

y
se aconseja dormir con los pies
al frente del tramo por recorrer
para no perderse

III_

cuando pregunté ¿Por qué nadie
que ha entrado llevó un farol?

me comunicaron que de nada
serviría en la densa oscuridad
del cuarto

y sería un estorbo para encontrar

lo que buscan:

un delgado haz de luz, más fino
que un cabello o una fibra
de seda;

los peregrinos se arrastran
en la imposible umbra

llevando una copa de fino cristal,

los afortunados la utilizan para
refractar en ella la delgada luz

que trasmite el conocimiento

de la materia y la energía,
del espacio y del tiempo

-toda la información del universo
vertiendo en una copa-

IV_

cuentan que un filósofo entro
con su copa,
la sola idea de adquirir el

conocimiento del universo lo
ofuscaba; en efecto, conocer el todo

no es intención de un filósofo,
no así,
su certeza en la percepción;

salió al cumplir trece meses,
visiblemente enfermo y desnutrido,

sus ojos eran blancos y no tenían
reflejo;

a menudo -dicen- y dando tumbos
se lo pudo oír afirmando 

que no existe la delgada luz.





jueves, julio 12, 2012

Los miedos

No fue mi infancia infortuna
–instalo aquí-
el decorado, brío del antes,

oculto sable en este envase adulto;

aquella eternidad paisaje
de mi infancia, 

anidar

de empuñados fríos,
inquietos solsticios,

de obsequiadas vagancias
de colosales tormentas;

y andaba

la imaginación como pestaña
alojada en los ojos.

No fue mi infancia infortuna
–declaro-
mas allá de mis dos admirables miedos;

aquellos jinetes cabalgaban
la abisal alteración

para todo lo conocido;

hasta alcanzaban  sus cascos
el arroyo y el lecho;

dos eternidades que aúllan y laboran, 
El Fuego una,
La Sinforma la otra;

la primera paciente a despertar
en la llama del pasto seco

en el fogón de algún asado
para arderlo todo incontrolable,

sin refugio adonde guardarme
al sinfín de sus hogueras,

atendido por espantosos
chillidos, de quien espera el fósforo
que lo quemará vivo; 

la segunda venia a mí

a visitarme cuando
la fiebre volaba,  

ahí
disolverme en su sinforma
oscura,

apisonado en su piel pantano,

olvidando mi voz
en impenetrables poblados,

caseríos de enfermizos ensueños
y angustiosos espasmos.

No fue mi infancia infortuna
-diré- que para el gorrión

revelador es volar;

ardía la fiebre o la tierra
eran aquellos los miedos

los únicos miedos.


martes, julio 03, 2012

Las noches pasando

No hago nada en especial, todo lo que me supone volver de noche a pata o esperar un bondi como un satélite es un cáliz para mí, y casi nunca cruzo a nadie, nunca un fantasma, vi alguna vez un águila fijando un afiche: la cultura es adhesiva, y aunque me dedique de pasada a arrancar sus textos, cada noche otra águila los renueva. Incansables como esta sed de andar pasando las noches en algún allá lejano, tragando calles como quien recorre el pueblo que lo ampara, impaciente por conocer sus límites y ambiciones, muchas veces vuelan alto sus bandadas y mueren en baldíos, y hacen de faro el papelaje ardiendo. Otras tantas, anidan firmes y rapiñan las migas de los hombres más tibios, un suspiro por ellos y paso ancho porque algunos ni dieron tres cuadras a la noche, ni despiertan sin alba. Vencidos a los anuncios hicieron mudas sus dudas y megáfonos sus bocas. Pasaran aún las fuentes impresas, entre postes y paredes entre lo que no se agita en el bosque, a toda prisa de un día dormido a una noche abierta, que espera una idea dispuesta a caminarla, a desabrochar su manto negruzco.