El hombre viene con el ábrego;
un pretérito moderado y húmedo
estampa la huella polvorienta;
se ahuyenta y se aproxima,
a esas, insólitas límpidas playas;
en plenitud de impresiones sin lógica
entre mareas de obsesiones,
de tempestuosos delirios, transitara su
jornada;
sin símbolos o signos que pidan,
a jirones de su carne, porciones de su
alma.
¡Dichoso!
más allá de sus dedos y ojos
saturados de sustancia;
el hombre desarmado en migas de arena,
es, sin pretérito y porvenir,
su eufórica abstracción.